Había dos enormes jacarandas en el patio de mi niñez. Había un árbol de peragua, tres de mango, diez de níspero, como cuatro de guayaba o de cas. Con los brazos abiertos yo abarcaba apenas un cuadrante del tronco del primer jacaranda. En la niñez todo es enorme, en la madurez más aún. En la niñez porque uno es pequeño, en la madurez porque ni modo, todo es enorme.

sábado, 23 de junio de 2012

Cuando a SVR se le mojó la guitarra

Mi panteón de guitarristas de blues y rock clásico ha empezado siempre con Jimmy Hendrix, dueño del sitio más alto hasta que conocí a Stevie Ray Vaughan. Incluyó además a Jimmy Page, a Jeff Beck y a Eric Clapton
A esos cinco inmortales se suman Alvin Lee y Pappo Napolitano. Sugiero a los musicófilos que escarben en Youtube: cualquiera de los que he mencionado tiene para darle a uno las horas que quiera de la mejor música con guitarra eléctrica.
Yo suelo pasármela en esas, y hoy comparto dos cosas que me llamaron la atención:
Al pobre Stevie Ray (pobre porque se mató en un helicóptero al terminar un concierto, pobre de origen, nació en una familia nómada, en algún rincón perdido de Texas) le quedó bien este video, de 1984:
http://www.youtube.com/watch?v=nO23B5C_Mcw
Otro pobre, Pappo Napolitano (pobre porque se mató en una motocicleta, cuando chocó contra la de su propio hijo), grabó, entre muchísimos otros, este blues lento: "Desconfío de la vida". La maestría suya con la "strato" es sobrecogedora:
http://www.youtube.com/watch?v=W5PDvczkXFY
Ahora bien, si quiere más acción, uno puede escuchar esta versión, en concierto, y compartiendo escena nada menos que con Botafogo y Charly.
http://www.youtube.com/watch?v=G75tZxfywqI


domingo, 10 de junio de 2012

Kyrenia


Hace poco conversé con un viejo amigo. Recién lo conocí, pero ya está viejo. Bueno, un poquito. Tras muchos años de matrimonio tuvieron un hijo. “Diego”, me dijo que le habían puesto, y me apresuré a ponderar ese nombre por ser uno de los pocos en español que no tienen traducción directa en otros idiomas.
En tono afable de buen profesor, explicó: “Diego es Yago, en portugués Tiago, que desde el español antiguo se transformó en Sant Yago, o sea Santiago, porque el apelativo de santo, en este caso particular, se adhirió al nombre”. Vio mi cara de interés y prosiguió: “Yago, a su vez, proviene de Yacob, en hebreo Ya´akov, en árabe Ya´qüb, es decir… Jacobo”.
“O sea”, acoté, “¿a fin de cuentas un Jack y un Diego son tocayos?”
“Más o menos”, sonrió, y pasamos a otro tema.
A los días gugulié el asunto, y resulta que ese nombre, de uno de los patriarcas de la Biblia, significa “el que pelea por Dios” o bien “sostenido por el talón”. Por cierto que es una curiosa dicotomía de acepciones, a menos de que Dios lo sostenga a uno por los talones mientras combate en el inframundo.
Existe, en materia de nombres de persona, la idea de una clase de los que sí son “correctos”. Léase nombres “de verdad”, que suelen ponerse en las familias “de bien”, “cultas”, “tradicionales”, etc. Podría entretenerme un buen rato caracterizando la cuestión.
Ya alguna vez me dediqué a garrapatear algunas de estas reflexiones en el artículo “Greivin y Yorleny”, que está incluido, bajo la etiqueta “Artículos”, en este mismo blog. Hice una breve glosa de los rasgos que permiten tipificar nuestros hábitos –de los ticos – a la hora de bautizar criaturitas. Anoté las terminaciones en “y” (Keily, Heily, Mindy, Cindy, Wendy), las dobles “t”, la proliferación de “k”, las “h” intercaladas, etc.
No niego que me alimentó u orientó el prurito ya referido. Hice mi exploración desde el prejuicio de los nombres “correctos” que, según caigo en la cuenta, establecen el primado de la nomenclatura bíblica, hebrea en principio y cristiana por extensión.
¿Se vale la rebeldía?
¿Por qué “Alejandro” ha admitido tantas formas, a partir del hitita “Alaksandu”, del siglo 13 antes de Cristo, y de su etimología griega αλέξω («proteger») y ἀνδρός («del hombre»)? ¿De qué manera ha pasado otro tanto con Miguel, Michael, Mikhail, Ma i Keul (esto es en coreano, por si alguien no sabía), Micael, Michel, hasta llegar a nuestros contemporáneos Máicol o Máikel?
Creo que con los años y siglos van variando los nombres justamente porque se vale la rebeldía. Ahí tenemos, cercano, el ejemplo de Cuba. Abundan los (las) Yeniusky, Yuleikis, Diulkeny… y uno no sabe el sexo de quien recibió el apelativo hasta que lo (la) conoce. Ahí sí que cabría hablar en “los y las”, que está tan de moda. “Los y las Yunieskys”.
Sé que en otros lugares del Caribe (en República Dominicana, que conozco bien), al igual que en Cuba, se explora la posibilidad de nuevos nombres mediante la combinación de los de los progenitores. Trabajé en Santo Domingo con un ingeniero informático, el buen amigo “Raymi”, hijo de Ramiro y Milagros. Vaya el saludo, por si aca.
Ese me parece un algoritmo de velocísima convergencia hacia la innovación total. Hago tres iteraciones. Manuel y Sofía engendran a “Mafía”. Roberto y Amalia procrean a “Amalierto”. Luis y Dolores a “Doloruis”. Ricardo y Margarita a “Marcardo”. Luego, Mafía y Amalierto a “Maferto” y Doloruis y Marcardo a “Maloruis”. Finalmente, Maferto y Maloruis a… “Mamá”.
Este deambular proviene, me lo crean o no, de algo que recordé hace un tiempo. Trabajaba yo como consultor en una empresa donde uno de los ingenieros de software era de provincia. Norteño, me parece. Tenía pequeños modismos y dichos que lo identificaban como de “allá para adentro”, y que me resultaban sobre todo simpáticos. Además, él era una demostración más del enorme beneficio que le produce al país su sistema estatal de educación superior.
Esforzado, subía la dura pendiente de los que rondan los treinta: construir casa, pagar préstamos, la llegada de los retoños…
“Rodolfo, la semana próxima no vengo a la oficina, porque voy a ser papá”, me dijo un día de tantos. “¡Felicitaciones!”, le respondí “¿cómo le vas a poner?”.
“Kyrenia, va a ser una chiquita”.
Confieso que por un instante pensé: “¡Oh gente y qué inventos!”. Pero me abstuve de cualquier gesto de reprobación y con todo interés le pregunté: “¿Por qué Kyrenia?”. “Es que mi abuelo fue marinero, el único allá del pueblo que alguna vez anduvo embarcado”. “Cuando volvió y compró con sus ahorros la finquita, siempre nos decía que el lugar más hermoso que conoció en todo el mundo se llama Kyrenia, es un puerto en Chipre”. “Siempre soñó con volver”, agregó, “y poco antes de morir él, yo le prometí que cuando tuviera una hija, le pondría así”.
He buscado Kyrenia en la red. De veras que la hija del ingeniero se merecía ese nombre. El lugar es realmente una belleza, con una historia milenaria. He aquí una imagen de lo que vio el viejo marinero:

Kyrenia harbour with the reflection of the boats on the sea surface.

sábado, 2 de junio de 2012

Emergencias


Una cadena de ellas se llama “realidad”.
Rodolfo Arias Formoso
Este artículo no tiene que ver con ambulancias o con radiopatrullas. Habla más bien de mecánica cuántica, de televisores y del carácter de mi perra.
Para empezar, entendamos por “emergencia” algo que, formado de elementos de un nivel previo, posee rasgos ajenos a éstos.
Un potrero está formado por muchísimas hojitas de zacate, pero a fin de cuentas sólo es eso y no sirve como ejemplo.
En un instante cualquiera, la pantalla de un televisor está oscura, salvo por un punto donde hay un rayo. Éste la recorre muchas veces por segundo, y emerge entonces una imagen en movimiento. Ese ejemplo sí sirve.
Entre las incontables emergencias, hay una (cadena de) que es la primordial. Tan así, que se llama “realidad”.
Empieza en el mundo subatómico. Ahí las partículas se comportan de forma tan rara que los físicos recurren a sofisticadas teorías para poder describirlas. Miden sus fenómenos con números complejos, y cuando los amplifican hasta el mundo de la física clásica (el de los números reales) se topan con cuestiones durísimas, como el principio de incertidumbre según el cual no se puede establecer simultáneamente la posición y el momento de una partícula.
Pero el punto –incontestable- es que el mundo de la física clásica (átomos, moléculas, y de ahí para arriba) emerge del reino de la física cuántica. El nombre de esta primera emergencia es obvio: "materia".
Luego viene la segunda emergencia, llamada “vida”. Algunos átomos se combinan en moléculas que contienen la información de cómo “armar” cada organismo (hablo del ADN y todo eso) y el resultado es un ser que salta, vuela o provoca repugnancia porque es una cucaracha.
La tercera emergencia se llama “inteligencia”. Algunas de las células de esas cosas vivas se combinan en un órgano (el cerebro) que de repente es capaz de pensar.
Pero los estados mentales no son neuronas, así como las neuronas no son proteínas, así como las proteínas no son átomos, así como éstos no son partículas de esas medio misteriosas.
¿Lindo, verdad?
Pues sí, a mí me parece una maravilla, trágica por efímera, pero maravilla por donde se la mire. Y, más aún, al darse uno cuenta de que, al conjuntarse muchos estados mentales en un ser, aparece la más hermosa de las emergencias: el espíritu. Si no fuera porque una y otra vez Alberta, mi perra, ha corrido, brincado y movido la cola cuando siente alegría al verme, yo no podría hablar de su espíritu.
Del mismo modo, nadie podría hablar del de cualquier perico, suegra, caballo, jefe o iguana que haya tenido.
¡Es así, y me parece tan claro, que no deja de asombrarme que existan tantos religiosos que lo entiendan todo justamente al revés!

(Publicado en "Tinta Fresca", revista Proa, La Nación, julio 2006)

P.S.
Con mi querido amigo José Rafael Echeverría (a quien debo un comentario de su reciente libro de poesía, “Viento Solar”, que me gustó mucho) hemos hecho largas sobremesas en las que yo desarrollo esta tesis y él afianza el punto de vista contrario. Geométricamente contrario, si se quiere: al otro lado del vector que de alguna manera insinúa el esquema del artículo; la más enjundiosa allá por julio del 2006, cuando se publicó. Sólo en un punto estamos de acuerdo: en que hay espíritu; sea que éste es producto de la materia, sea que éste es el que le da aliento a ella. Él, el espíritu, mantiene nuestra conversación salpicada de sonrisas, buenas bromas, giros ingeniosos para conducirla hacia el lugar donde siempre debe llegar: el equilibrio y la armonía.  

viernes, 1 de junio de 2012

Están hechos de carne


Terry Bisson


Advertencia:
No encontré una traducción que me gustara de este celebérrimo cuento de ciencia ficción, y me largué a improvisar una. Se basa en la versión que el propio Bisson considera como la original, y que se puede ver en http://www.terrybisson.com/page6/page6.html 
Dejé la expresión "Omigod" porque me pareció un sutil guiño de ateísmo en Bisson. Sé que corregiré detalles en cuanto revise esta traducción.

- Están hechos de carne.
- ¿De carne?
- Carne. Están hechos de carne.
- ¿Carne?
- No hay duda acerca de ello. Seleccionamos varios en distintas partes del planeta, los subimos a nuestras naves y los inspeccionamos con todo detalle. Son carne, por completo.
- Eso es imposible. ¿Cómo hay entonces señales de radio? ¿Cómo envían mensajes a las estrellas?
- Emplean señales de radio para hablar, pero las señales no salen de ellos. Las señales provienen de máquinas.
- Entonces, ¿quién hizo las máquinas? A ése queremos contactar.
- Ellos hicieron las máquinas. Eso es lo que estoy tratando de decirle. La carne hizo las máquinas.
- Eso es ridículo. ¿Cómo se le ocurre que carne pueda hacer máquinas? ¿Me pide usted que yo crea en carne consciente?
- No se lo estoy pidiendo, se lo estoy contando. Estas criaturas son la única especie consciente en este sector, y están hechas de carne.
- Quizá son como los orfolei, sabe usted, una inteligencia basada en carbono, que pasa por una etapa de carne.
- Nop. Nacen carne y mueren carne. Los hemos estudiado durante varios lapsos de su vida, que duró muy poco. ¿Tiene usted alguna idea de cuál es la duración de la vida de la carne?
- Discúlpeme entonces. OK, tal vez ellos sólo sean parcialmente carne. Sabe usted, como los weddilei. Una cabeza de carne con un cerebro de plasma electrónico adentro.
- Nop. Pensamos en eso, dado que tienen cabezas de carne, como los weddilei. Pero ya se lo dije y se lo repetí, los inspeccionamos con todo detalle. Son carne por todo lado.
- ¿Sin cerebro?
- Bueno, sí tienen de hecho un cerebro. ¡Es sólo que el cerebro también está hecho de carne! Eso es lo que he estado tratando de decirle.
- ¿Y entonces: ¿qué es lo que produce el pensamiento?
- ¿Usted no está entendiendo, o no quiere entender? Se rehúsa a lidiar con lo que le digo y le repito. El cerebro es lo que produce pensamiento, la carne.
- ¡Carne pensante! ¿Me pide que crea que hay carne pensante?
- ¡Sí, carne pensante! Carne consciente. Carne enamorada. Carne soñadora. La carne es toda la cuestión. ¿Está por fin formándose el cuadro, o me hará comenzar todo de nuevo?
- Omigod. Usted habla entonces en serio. Están hechos de carne.
- Gracias, finalmente. Sí, están de hecho formados de pura carne. Y han estado tratando de contactarnos por casi un centenar de sus años.
- Omigod. ¿Y qué tendrá entonces esa carne en mente?
- Primero, quiere hablar con nosotros. Luego, supongo que querrán explorar el Universo, contactar otras especies conscientes, intercambiar ideas e información. Lo usual.
- Se supone que deberemos hablar con carne.
- Esa es la idea. Este es el mensaje que han estado enviando por radio. “Hola, ¿hay alguien ahí afuera? ¿Hay alguien en casa? Ese tipo de cosas.
- O sea, ellos en efecto hablan.
- Sí, excepto que lo hacen con carne.
- Me parece que usted me dijo que usan radio.
- Sí, usan radio, ¿pero qué se imagina que hay en el radio? ¡Sonidos de carne! ¿Se ha fijado que cuando uno golpea o sacude la carne, ésta hace un ruido? Ellos se hablan el uno al otro golpeando y sacudiendo su propia carne. Incluso pueden cantar, haciendo pasar un chorrito de aire a través de su propia carne.
- Omigod, carne que canta. Ya eso es demasiado. ¿Entonces qué me aconseja que hagamos?
- ¿Oficial, o extraoficialmente?
- Ambos.
- Oficialmente, se nos ha pedido que contactemos, demos la bienvenida y registremos todas y cada una de las razas conscientes o entidades múltiples en este cuadrante el universo, sin prejuicio, miedo o favor. Extraoficialmente, aconsejo que borremos todos los registros y que nos olvidemos de todo el asunto.
- Estaba esperando que usted dijera eso.
- Parece muy áspero, pero todo tiene un límite. ¿Queremos realmente hacer contacto con carne?
- Estoy de acuerdo ciento por ciento. ¿Qué podemos decir? “Hola, carne, ¿cómo les va?” ¿Cree usted que eso funcionaría? ¿Con cuántos planetas estamos tratando aquí?
- Sólo uno. Pueden viajar a otros planetas en contenedores especiales de carne, pero no pueden vivir en ellos. Y, siendo carne, sólo pueden viajar por el espacio C, lo cual los limita a la velocidad de la luz y les vuelve ínfima la posibilidad de hacer contacto. Infinitesimal, de hecho.
- Finjamos entonces que no hay nadie en el Universo.
- Eso, claro.
- Cruel. Pero usted mismo lo dijo, ¿quién quiere encontrarse con carne? ¿Y los que han estado a bordo en nuestras naves, los que usted inspeccionó? ¿Está seguro de que no recordarán nada?
- Los van a creer chiflados si lo hacen. Entramos en sus cabezas y apaciguamos su carne, de modo que ahora crean que nosotros sólo fuimos un sueño.
- ¡Un sueño de carne! Qué extrañamente apropiado: que nosotros nos debamos convertir en el sueño de un poco de carne.
- Y marcamos todo el sector como desocupado.
- Excelente. De acuerdo, oficial y extraoficialmente. Caso cerrado. ¿Tiene otros más? ¿Alguien que resulte interesante en este lado de la galaxia?
- Sí, una inteligencia grupal muy tímida pero dulce, con núcleo de hidrógeno, en una estrella de clase nueve en la zona G445. Estuvo en contacto dos rotaciones galácticas atrás, y quieren ser amistosos de nuevo.
- Siempre regresan.
- ¿Y por qué no? Imagínese cuán insoportable, cuán inexplicablemente frío sería el Universo si uno estuviera solo…