Había dos enormes jacarandas en el patio de mi niñez. Había un árbol de peragua, tres de mango, diez de níspero, como cuatro de guayaba o de cas. Con los brazos abiertos yo abarcaba apenas un cuadrante del tronco del primer jacaranda. En la niñez todo es enorme, en la madurez más aún. En la niñez porque uno es pequeño, en la madurez porque ni modo, todo es enorme.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El paredón del éxito



EL PAREDÓN DEL ÉXITO

Si usted está leyendo esto, es porque muy posiblemente nunca va a ser llevado al paredón del éxito.
Pero, si usted está en su oficina de Jefe o Jefa, y al final del día mira a sus subalternos cerrando el escritorio y preparándose a salir, consciente de que a usted le quedan varias horas más de trabajo, en terrible soledad, es porque a sus espaldas el paredón del éxito ya se divisa.
Si usted admira a quienes están sobre irradiados de aplausos y cundidos de chunches, que le rinden pleitesía al sonido de un motor o tienen un perro si y sólo si pueden llevarlo a una exposición, tenga cuidado: usted podría estar dirigiéndose por voluntad propia al paredón del éxito.
Si al llegar por fin a casa los hijos están al otro lado de una pared y al otro lado de unos audífonos y una moda, un monitor, una música que usted detesta, quizá es porque ellos no quieren ir con usted al paredón del éxito.
Y si al verlos así usted recuerda que tiene pendiente un informe, un balance, un cuadro, una estrategia, y sube de prisa y se encierra con su portátil y sus tazas de café y no sabe quién ronca y quién ríe y quién viaja en esa misma casa suya, es porque se acerca dócil al paredón del éxito.
Si le dan como a Sabina las diez y las once y las doce y la una y las dos y las tres, y al amanecer la luna encuentra su desnudez, porque en toda la noche no pudo vestirse de amor ni arroparse de ternura ni nadie vino a cubrir su desazón con un beso, intente por última vez rebelarse, porque el paredón del éxito ya está justo al frente.
Y si dos o tres horas más tarde ya está otra vez de pie, y organizó su casa y envió a todos a la escuela y al colegio y dictó órdenes y se maquilló más de lo normal o se puso una corbata muy vistosa y antes de salir hacia el trabajo fue y le robó a alguno de sus retoños un par de ritalinas con las cuales le está ayudando a combatir su déficit atencional, es porque ya usted está donde le toca, en el sitio que le tenían reservado: el pleno centro del paredón del éxito.
Y si al caminar hacia su trabajo usted va dividiendo al prójimo en ganadores y perdedores, y no es capaz de recordar cuándo fue la última vez que tomó tragos con un tipo tortero, una chavala que es un despiche o un roco que está volado, pues resígnese: el pelotón de fusilamiento ya está formado frente a usted.
Y si algún día su pareja se va sin previo aviso, y si los hijos que hasta hace poco hacían ruido al otro lado de la pared y de la computadora y de su pelo ahora deambulan al otro lado de la vida, en el reverso de la noche y bajo la alfombra de las culpas, y usted no sabe cómo regresarlos a su lado y los mira deambular con extravío, es porque ya el sargento dio la orden de apunten.
Y si al llegar aquí usted decide que no puede hacer nada porque en ese momento su destino está en un hotel, al otro extremo de un avión, y que la cumbre y la encerrona y el simposio valen más que todo, es porque el estruendo de los disparos ya sonó.