Un querido amigo es amante de la música clásica, especialmente la de
piano; él es un virtuoso. Intenta, desde hace algún tiempo, ampliar mi cultura
sobre el género, enviándome enlaces a conciertos de pianistas famosos, y
referencias a obras inmortales de Chopin, Schuman, Liszt, etc. Luego estudiamos
las piezas en su piano. Es una experiencia mágica.
Sin embargo, nuestra visión sobre la música da pie a la polémica: él
maneja las dicotomías “clásica-popular”, “culta-vulgar”, “seria-informal”, etc.
Yo profeso una visión integral, donde Bob Marley no desmerece frente a Bach,
McCartney ante Beethoven o Silvio Rodríguez junto a Chopin. A un correo
electrónico que él me envió, titulado “perorata sobre la música”, y en el que
destacaba la idea de que un chachachá es en esencia “para tontos”, redacté la “contra-perorata”
que sigue. Va como la envié, sin revisión especial. Y, como lo indica el título de esta entrada, de alguna forma logré que la polémica no siguiera. A estas notas él respondió con un afanoso silencio.
El tema de la música
es, en efecto, pantanoso. No por que haga trampa o porque carezca, en esencia,
de solidez. Más bien por insondable, por no dejar a la mente que trabaje con
una frontera clara, con un deslinde que la tranquilice. Me decía, hace mucho, un
antiguo amigo y colega de computación y literatura, que la mente, en un patrón
cultural estándar, trabaja con "jerarquías de afinidad", para
organizar la experiencia, para destilar ese producto final del proceso
cognoscitivo que cabe llamar "conocimiento". Por ejemplo: es más
perro un pastor alemán que un chihuahua. Así sucede en música. Para vos es más
música una balada de Chopin que una balada de McCartney. Y, quizá, te parece
que es "más música" la que se toca en un teatro, frente a un público
que está sentado formalmente, que salvo contadas ocasiones tiene derecho a
palmear (como he visto en teatros europeos hacer con la marcha del Toreador, de
Carmen), y que - muy culto - no interrumpe con aplausos entre movimiento y
movimiento, porque conoce, entiende, y sabe que la sonata en cuestión tiene las
partes que tenga y se espera paciente hasta el final. O, es "más
música" la que se toca con partitura, del mismo modo que un literato puede
pensar que es "más poesía" la que tiene rima.
Varios ejes de
caracterización (y por ende de "jerarquización") mencionás en tu
"perorata". Uno sería la incorporación (o no) del cuerpo al escuchar
la música. Es decir, bailar o no. Digamos que es el eje
"sanguíneo-muscular".
Otro eje sería,
obviamente, el literario. Es decir, el carácter que tenga la letra asociada a
la música, toda vez por supuesto que esta sea cantada. Aquí es donde el
"derecho a lo subjetivo" del que escucha tiene no menos validez o
peso que con respecto a la música como tal (vale decir, al sonido,
independientemente del aspecto verbal que lo acompañe), y acudo al mismo
ejemplo que vos me diste. Un tipo grosero, ramplón, pachuco, machista, mal
músico (eso sería fácil de desbrozar) como Arjona es evidentemente inferior a
un Fito Páez (excelente pianista, arreglista, y en mi opinión un poeta
aceptable -no le doy mejor nota porque sus letras, muy rioplatenses, son
confusas a mi modo de entender-), y por supuesto inferior también a un Silvio
Rodríguez (que sería un poeta famoso aun si no hubiera musicalizado sus textos,
y como compositor es extraordinario) o a un Joan Manuel Serrat (de méritos
similares a los de Silvio)
Un tercer eje que
señalás admite en mi opinión varios espectros: inmediatez/profundidad,
simplicidad/complejidad, facilidad/dificultad, etc. ¿Qué tanto se tarda en
apreciar la obra? ¿Cuántas veces hay que oírla? ¿Cómo es "por
dentro"?, y con esto me refiero a su armadura, armonías, ritmos, es decir,
al aspecto estructural que sólo un conocedor puede desentrañar.
Un cuarto eje, que no
mencionás en tu correo, pero que sí predomina a mi entender en tu gusto
musical, es el carácter de clase. Me ubico: en el siglo 19, las aristocracias
europeas, junto con las burguesías surgidas tras la revolución francesa y
revolución industrial inglesa, consolidan un gusto musical que se nutre, entre
muchos otras fuentes, de la música cortesana y eclesiástica previa (Bach, siglo
18, por citar el ejemplo paradigmático), y que conforma ese crisol donde un
Liszt será el primero en consolidar/institucionalizar su carácter, según me
comentabas la última vez: el director, la orquesta sinfónica, el concertista,el
teatro, la gala. Desde entonces, esa "norma" determina la música de
clase, vale decir "clásica". Por oposición está la "popular",
acompañada de diversas tonalidades a cuál más peyorativa: para
"tontos" (tu papá), para "bailar", para "la
gente", "simple", "intrascendente", "no
escrita", etc. A lo sumo, esa nomenclatura admite que en otras partes del
mundo haya habido, durante mucho tiempo (un primer requisito), una clase
dominante (segundo requisito), que haya desarrollado una cultura musical
"refinada" (tercer requisito, más irritante que los anteriores), y
por ende admite una categoría tal como "música clásica china".
Ahora mi
visión-opinión respecto a cada eje:
1. Sanguíneo-muscular,
s-m. No me jerarquiza nada. Música s-m puede ser muy buena o muy mala. Un
clásico como "Llorarás" de Oscar De León es muy bueno. Yo lo escucho
y en efecto me dan ganas de bailar. Lo analizo y veo la maravilla de la salsa,
donde, como su nombre lo indica, se mezclan varias corrientes y géneros, entre
ellos el jazz, con particular énfasis en los vientos. Sólo la línea de un bajo
como el de "llorarás" ya lo asombra a uno. Mi amigo Raymi Fernández (dominicano,
un gran tipo, consultor en informática, y además músico, bajista para ser más
precisos) me hablaba de lo complejo que es el bajo en la salsa.
En síntesis: la música
s-m sólo establece una categoría, un tipo, no es superior o inferior. Leí por
ahí alguna vez que Bach compuso los Brandemburgos
(algunos movimientos de esos increíbles conciertos) con la ilusión de que la
gente se pusiera a bailar.
Aquí va el
enlace:
Oscar De León:
2. Literario. Este por
supuesto que sí determina mejor o peor calidad para la música. Una letra tosca,
repetitiva, carente de toda imaginación o sutileza (Arjona sería el más
tristemente célebre ejemplo), una letra populachera pero llena de imaginación
(José Alfredo Jiménez, con cosas tan bellas como "a mí las estrellas me
iluminan al revés"), o un poema de Machado ("todo pasa y todo
queda", Serrat: http://www.youtube.com/watch?v=Lj-W6D2LSlo),
o uno de Schiller (Beethoven, Sinfonía Coral), me darán por supuesto una
jerarquía. Es la magia que pueda haber entre letra y ritmo, entre forma y
contenido. "Mujer, no llores, acuérdate de cuando solíamos sentarnos en el
parque del gobierno, en Trenchtown" (Bob Marley, con ritmo lento,
ritual, cuya introducción por alguna razón siempre me remite al inicio de la
Tocata y Fuga de Bach: http://www.youtube.com/watch?v=64QkD5pBWWE&feature=related)
3.
Complejidad-dificultad-lentitud de asimilación. Aquí no sé, no creo. La melodía
más famosa del mundo (mi-mi-fa-sol-sol-fa-mi-re-do-re-re-mi-mi-re...,
Beethoven, tema de la novena, cuarto movimiento) es extraordinariamente simple.
Los Beatles son extraordinariamente simples. Bach, King Krimson, Stravinsky,
pueden ser sumamente complejos. En cualquier género me he encontrado obras que
me cuesta mucho asimilar al inicio, pero que con el tiempo llegan a gustarme
profundamente. "Budapest", de Jethro Tull, rock progresivo, es un
ejemplo típico. La consagración de la primavera es otro. Mi ignorancia (que me
estás ayudando a empezar a subsanar) en música clásica me impide armar una
lista más amplia de ejemplos. Sí tiene que haber, un "catch" desde el
inicio, por más compleja que sea la obra. Algo que te diga: seguí explorando,
hay más sorpresas...
4. Clase de la música,
y en particular que sea de la clase "clásica"; valga la redundancia.
Respeto esta opinión, y por supuesto no puedo, ni nadie en su sano juicio lo
haría, negar la belleza, superioridad (en muchos aspectos) de las obras más
famosas del género así llamado. Pero es con mucho el eje más ideológico, y sí
me molesta (hay genes de izquierda que aun conservo) el demérito que los
clasicistas hacen, tan apriorístico, de las demás formas musicales.
Lo demás es misterio.
¿Por qué una obra, musical o plástica o literaria me gusta a mí y a muchísima
gente y se vuelve universal (prefiero "universal" en vez de
"clásica" por los motivos ya apuntados), y no se debilita al paso del
tiempo? ¿Por qué se sigue escuchando intensamente a Mozart, a Agustín Lara, a
Chopin o a los Beatles?
Hay una energía vital
(espiritual diría mi amigo José Rafael Echeverría), que se nutre de armonía,
claridad, fuerza, convergencia (me acuerdo de Vernor, hablando de sucesiones
"bien portadas", y la música es una supra-sucesión), hay una
facilidad, una lógica. A Bob Marley como a Paul McCartney o a Mozart o a
Beethoven la melodía les salía, les manaba, incesantemente. Podían componer
maravillas todos los días. ¿Por qué? No sé, pero Renoir podía pintar maravillas
hasta muy viejo, artrítico, con el pincel amarrado a la mano con un trapo.
Luego, hay historia.
Si la música clásica no se hubiera desarrollado así como la conocemos hoy, si
los negros no hubieran sido llevados de esclavos a Brasil, si Latinoamérica no
fuera un continente... (¡qué clase de mega-factores!) no sería posible la
fusión de baile, clasicidad, popularidad, y otros elementos que me han maravillado,
con la orquesta joven de Bahía, mirá:
Y bueno, en algún
momento tenía que parar esta "perorata", que al inicio no sospeché
que fuera a ser tan larga. Me pongo ya mismo a escuchar todo lo que me has
sugerido, un abrazo.
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