Lo ví de golpe: descansa sobre los hombros de ellos.
Rodolfo Arias Formoso
Hace poco entendí por qué esta cuestión
no se va al carajo de una vez. Era un día de viento, lluvia y frío; el clima
está tan loco. Entré a almorzar a un restaurante de pollos al pastor, ahí por
el cine Variedades, e instintivamente me ubiqué cerca del asador. Tres tubos
giraban en el infierno, cada uno con siete pollos ensartados. Unos más
tostados, otros más crudos. Era entretenido ver el dorado progresar sobre los
bichos, pero más aún era ver las llamas. “El asombro que las cosas elementales
dejan”, escribió Borges.
Los pollos giraban, las llamas hacían
alarde. Ellas danzan solas, danzan a solas, cantaba Sting, de pura
casualidad. En eso apareció una señora gruesa y fuerte. Guantes de cuero,
brazos extendidos. Agarró el tubo de los más tostados y se lo llevó. Al momento
volvió con otro, crudo, y lo encaramó. Miró el fuego, lo midió con experiencia.
Agregó varias ramas de café, avivándolo, acomodándolo. Cara enrojecida por el
calor, endurecida por la vida. Gesto indescifrable, de día de brega que pasa
como todos los demás.
A esa señora nunca le ha pasado, pero un
tubo con siete pollos hirviendo se le podría venir encima algún día. Anteayer
murieron diecinueve, calcinados en el hospital Calderón Guardia. Pudieron ser
cientos, pero hubo héroes, siempre los hay.
Al mundo lo sostienen ellas. Las
enfermeras que murieron rescatando pacientes. Esa señora de aquí. Y la que
trabaja en mi casa: cuatro hijos, de padre alcohólico. De madrugada, oficio en
su casa, de siete a cinco oficio en la mía, de noche más oficio en la suya. Cae
molida en el camastro, los dos más pequeños duermen al pie.
Y al mundo lo sostienen ellos. El
panadero en bicicleta, que al amanecer se la juega entre picones que vuelven
raudos de su juerga. El taxista que maneja dieciséis horas diarias para ver si
acaso. El campesino que sacó papa toda la semana y a punta de café aguanta
entre su camión porque ya sale el sol y es día de feria.
En el otro extremo de esta extraña
sociedad, el Presidente dice que la falta de salidas de emergencia y de alarmas
en un hospital son pelos en la sopa. La corrupción campea en los gobiernos de
todo el continente, de todo el planeta. La “war on terror” logró su objetivo:
los precios del petróleo están por las nubes. Pero el mundo no se cae. Miles de
millones de héroes anónimos lo sostienen. Pocos, quizá, lean cosas como esta.
Al cabo qué les importa.
Rafael Rivero, a quien conocí cuando era un güilita de pre-escolar, y ya está convertido en un exitoso profesional, me pidió que publicara este artículo; luchador de un día sí y otro también, lo recordaba de años atrás. Yo tenía medio abandonado este blog y he tardado varias semanas en reaccionar, pero helo aquí. El mundo sigue, por cierto, sin caerse todavía.
Excelente. No lo conocía.
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