EL PAREDÓN DEL ÉXITO
Si usted está leyendo esto, es porque muy
posiblemente nunca va a ser llevado al paredón del éxito.
Pero, si usted está en su oficina de Jefe
o Jefa, y al final del día mira a sus subalternos cerrando el escritorio y
preparándose a salir, consciente de que a usted le quedan varias horas más de
trabajo, en terrible soledad, es porque a sus espaldas el paredón del éxito ya
se divisa.
Si usted admira a quienes están sobre irradiados
de aplausos y cundidos de chunches, que le rinden pleitesía al sonido de un
motor o tienen un perro si y sólo si pueden llevarlo a una exposición, tenga
cuidado: usted podría estar dirigiéndose por voluntad propia al paredón del
éxito.
Si al llegar por fin a casa los hijos
están al otro lado de una pared y al otro lado de unos audífonos y una moda, un
monitor, una música que usted detesta, quizá es porque ellos no quieren ir con
usted al paredón del éxito.
Y si al verlos así usted recuerda que
tiene pendiente un informe, un balance, un cuadro, una estrategia, y sube de
prisa y se encierra con su portátil y sus tazas de café y no sabe quién ronca y
quién ríe y quién viaja en esa misma casa suya, es porque se acerca dócil al paredón
del éxito.
Si le dan como a Sabina las diez y las
once y las doce y la una y las dos y las tres, y al amanecer la luna encuentra
su desnudez, porque en toda la noche no pudo vestirse de amor ni arroparse de
ternura ni nadie vino a cubrir su desazón con un beso, intente por última vez
rebelarse, porque el paredón del éxito ya está justo al frente.
Y si dos o tres horas más tarde ya está
otra vez de pie, y organizó su casa y envió a todos a la escuela y al colegio y
dictó órdenes y se maquilló más de lo normal o se puso una corbata muy vistosa
y antes de salir hacia el trabajo fue y le robó a alguno de sus retoños un par
de ritalinas con las cuales le está ayudando a combatir su déficit atencional,
es porque ya usted está donde le toca, en el sitio que le tenían reservado: el
pleno centro del paredón del éxito.
Y si al caminar hacia su trabajo usted va
dividiendo al prójimo en ganadores y perdedores, y no es capaz de recordar
cuándo fue la última vez que tomó tragos con un tipo tortero, una chavala que
es un despiche o un roco que está volado, pues resígnese: el pelotón de
fusilamiento ya está formado frente a usted.
Y si algún día su pareja se va sin previo
aviso, y si los hijos que hasta hace poco hacían ruido al otro lado de la pared
y de la computadora y de su pelo ahora deambulan al otro lado de la vida, en el
reverso de la noche y bajo la alfombra de las culpas, y usted no sabe cómo
regresarlos a su lado y los mira deambular con extravío, es porque ya el
sargento dio la orden de apunten.
Y si al llegar aquí usted decide que no
puede hacer nada porque en ese momento su destino está en un hotel, al otro
extremo de un avión, y que la cumbre y la encerrona y el simposio valen más que
todo, es porque el estruendo de los disparos ya sonó.
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