Hago aquí algunas anotaciones, seguidas de extractos, a propósito del ensayo“Ars Combinatoria”, escrito por la ensayista costarricense Nuria Rodríguez Gonzalo.
Fue publicado en ElPaísCr, el 6 de febrero de 2014
Está visible en http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/90006
En uno de sus textos de más reciente
publicación, la ensayista nacional Nuria Rodríguez Gonzalo hace varias
referencias a mi obra literaria; me he tomado la libertad de extraerlas, según
el orden en que ahí aparecen.
Se trata, aclaro, de un complejo ensayo
que se apoya –entre otros- en puntos que en apariencia podrían resultar
disímiles, tales como El hombre sin
atributos, la célebre novela inconclusa de Robert Musil, El costarricense, ensayo de Constantino
Láscaris, El Cuaderno Dorado, de
Doris Lessing, El ejercicio del criterio,
de Mario Benedetti, El mito de Sísifo,
de Albert Camus, sin omitir la referencia a una de las canciones más hermosas
de Silvio Rodríguez, “Causas y azares”,
o al “Otro poema de los dones”, de
Jorge Luis Borges, el cual aparece en los epígrafes de Guirnaldas (bajo tierra).
Carece de sentido hacer una síntesis del
ensayo de Nuria Rodríguez; me limito aquí a esbozar (una interpretación de) su
línea argumental:
Existe (según se desarrolla en El hombre sin atributos) un conjunto de rasgos que
caracterizan al habitante de un país (lo consciente, lo inconsciente, el sexo,
la profesión, etc.); entre ellos, el décimo, último y más misterioso en buena
medida, se refiere a la fantasía, al deseo (quizá en el sentido de Lacan),
incluso a la ironía, sin dejar de lado la rebeldía.
Nuria Rodríguez especula que de alguna
forma esa rebeldía, mixturada tanto con escepticismo como con fantasía,
subyacería en la idiosincrasia de un pueblo; sobre esa hipótesis reflexiona
acerca del papel que ahí tendría el arte –en particular la literatura-, como ejercicio
no ya de creación o definición de dicha identidad, sino de recreación de ésta,
de elaboración de un tejido –estético- donde se acumule, se haga historia, se
dote de perspectiva. Aquí, lo dicho por Doris Lessing en el prefacio de El Cuaderno Dorado es otro de los
soportes referenciales utilizados por la ensayista.
Pues bien, en Ars Combinatoria, la autora
me hace el honor de considerar que mi obra literaria se inscribe en el marco
planteado, tanto el de la hipótesis respecto al décimo atributo de Musil (y de
Ulrich, su protagonista) como al de la función que propone o solicita Doris
Lessing.
Y, en tal sentido, coteja los rasgos que
identifica en mis textos con los que se estudian en El Costarricense, conocido e importante ensayo de Constantino
Láscaris; destaca, en tal emprendimiento, el manejo que hago en mis novelas del
lenguaje “malcriado” o popular, en conexión con otros elementos que Láscaris
abordó en su estudio.
Estudio que, me permito opinar, partió de
la “extrañeza” (término escogido por el propio Láscaris, que, como bien
sabemos, era español, con genes griegos), de la extranjería y de su condición
de académico de primer nivel; el peaje que pagó, estimo, fue el sesgo hacia lo peyorativo,
hacia la burla e incluso el descrédito, en demérito de otros rasgos (por
ejemplo la tenacidad y la fidelidad, que han sido ejes temáticos de mi trabajo)
de suyo importantes en el ser costarricense.
Interesante es, asimismo, la conexión que
la autora identifica entre la reiterada presencia en mis textos de reflexiones
sobre la fragilidad de la vida, lo incierto del destino, el absurdo
omnipresente en el día a día (principal eje temático de “Guirnaldas”), mi admiración
por la matemática y el hecho de que el ya mencionado Ulrich fuera matemático y
reflexione con abundancia sobre el papel de esta ciencia en su sociedad.
En fin, no me queda sino agradecer muy
sinceramente a Nuria Rodríguez, al tiempo que invito a los lectores a recorrer las
cuidadas páginas de su ensayo.
Siguen extractos de "Ars Combinatoria"; reitero que lo mejor será su lectura completa.
Este discurrir de “la
casualidad, el azar, y los hermanos de ellas, llámense la fugacidad, lo
accidental, lo pasajero” de las que nos habla uno de los personajes de Arias Formoso
y que de alguna manera podría explicarse matemáticamente es, en mi criterio, el
eterno y grácil bucle, o la trenza dorada que une los relatos de este autor que
nos muestra al ser costarricense de las últimas décadas en medio de sus
circunstancias. De hecho, en su más reciente novela “Guirnaldas (bajo tierra)”, (Editorial
Lanzallamas, San José, 2013), una de las protagonistas nos cuenta que
leyó un libro donde venía un pensamiento del gran matemático Leibnitz para
quien: ‘Oír música es placentero, porque uno está contando, sin saber que lo
está haciendo’. Luego agrega:
“Pues yo hago el recíproco
de ese pensamiento: el placer de la matemática es el de hacer música con las
cantidades, los tamaños, las formas. La matemática es el reino de la
perfección, es un país donde todas las cosas se portan bien…” Y más adelante
ella misma regresa a lo que decía Leibnitz de que oír música es contar sin
darse cuenta “… y piensa en la genialidad del ensayo de Douglas Hofstadter
cuando armó ese trípode asentado sobre Bach, Escher y Göedel: la música es
absolutamente recursiva porque es en tiempo real, cada nota depende de que la
anterior también haya sido, la música es música hecha de música…”
Y algo así es lo que hace Rodolfo Arias con su literatura: eso que
Gottfried Leibnitz llamó ‘ars
combinatoria’, inspirado a su vez en el ‘ars magna’ de Ramón Lull. De
hecho, uno de los dos epígrafes de Guirnaldas
(bajo tierra), es aquel verso de:
El otro poema de los dones, de Jorge Luis Borges, que dice: ‘Gracias
quiero dar al divino laberinto de los efectos y de las causas’. Y aquí me
parece oportuno citar parte del comentario de Pablo Salazar Carvajal en
la presentación de esa interesante novela:
“Cada página de
Rodolfo rezuma ‘Costa Rica’. Con gran sentido de observación, el autor nos
pasea por espíritus y sitios tan nacionales, que ser costarricense y no
identificarse de inmediato, es casi una grosería. Por supuesto que el drama o
la comedia que se mueve en el alma de los personajes, son universales; pero la
comprensión cabal del texto, se circunscribe a nuestra patria. En general en
una buena obra confluyen la risa y el espanto. Esto lo encontramos en
‘Guirnaldas’. Esta novela contiene tantos elementos para pasarla
inteligentemente bien, que enumerarlos es una tarea que llevaría un tiempo
similar a leerla. Digamos, eso sí, que se agradecen los oportunos juegos de
palabras; las afirmaciones que son pequeños poemas de amor (Entre paréntesis,
le dice un enamorado a la desconocida que amará, y lo amará, por el resto de su
vida ‘Vos tenés los ojos color de mi niñez’); y también está el retrato de
tanto compatriota que uno ve por ahí…a veces hasta en el espejo”; (Texto
inédito de Pablo Salazar leído el 30 de Agosto del 2013 en la Feria
Internacional del Libro, San José, Costa Rica).
No sé de dónde le sale a
Rodolfo Arias tanta sensibilidad y buen tino para pintar el décimo carácter,
del que habla Musil, pero referido a la forma y los colores del ser
costarricense de las últimas décadas, sin embargo, de sus artículos publicados
en periódicos y en el blog
citado, me entero que los torneos de ajedrez en los que ha participado, así
como su trabajo de consultor internacional en asuntos de Informática y su
obra literaria le han brindado la oportunidad de viajar a diferentes países y
hasta de vivir algunos años en diferentes lugares del Mundo, y es por este dato
que me nace la tentación de pensar que sus viajes y experiencias fuera de Costa
Rica le han permitido al escritor ampliar la perspectiva y plasmar en sus
novelas, cuentos y artículos, eso que de tan cotidiano deja de
extrañarnos y, como expresó Láscaris, ya no lo vemos quienes siempre
hemos vivido en Costa Rica.
Las novelas de Rodolfo
Arias son pinturas al fresco, sólo que hechas con palabras y, sin lugar a
dudas, se convierten en espejos que nos permiten vernos ahí mismo y hasta hacer
catarsis entre la risa y el espanto por todo lo bueno, lo malo, lo feo y lo
bello que encontramos reflejado en esa imagen. Por lo menos eso es lo que me
sucedió en mi condición de lectora que nació y vive en este lugar del Mundo.
...
Y es que no sólo con Miguel Abarca y su familia o con el Emperador
Tertuliano y la legión de los superlimpios sino también en la novela
Guirnaldas (bajo tierra), en todas las obras citadas vemos esos pequeños momentos
de lucidez en que los personajes de Arias Formoso reconocen las verdades
aplastantes y actúan con la dignidad que da la autoconciencia, a pesar del
absurdo que tal vez tenga alguna explicación matemática pero que, dentro de las
circunstancias, resulta imposible de ver para quienes se encuentran inmersos en
ellas. A los personajes les falta la perspectiva que tiene el autor con
respecto a la obra en general y que sus lectores vamos adquiriendo precisamente
porque estamos fuera de esas circunstancias observando como quien ve desde
lejos ese espacio vacío e invisible en cuyo interior está la realidad de los
personajes, como una pequeña ciudad de un juego infantil de construcciones,
para ponerlo, una vez más, en palabras del gran Musil.
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