Había dos enormes jacarandas en el patio de mi niñez. Había un árbol de peragua, tres de mango, diez de níspero, como cuatro de guayaba o de cas. Con los brazos abiertos yo abarcaba apenas un cuadrante del tronco del primer jacaranda. En la niñez todo es enorme, en la madurez más aún. En la niñez porque uno es pequeño, en la madurez porque ni modo, todo es enorme.

martes, 31 de diciembre de 2013

Lo negro



No habrá luz ni sombra, ni delante ni atrás, ni arriba ni abajo.

Más allá de donde termina tu casa y empieza la noche, está lo negro. 
Más allá de donde a veces la oscuridad es rasgada por los cocuyos, de donde el potrero se tropieza con el bosque, de donde la luna baña sombras a su antojo.
Un día te irás hacia lo negro. Saldrás por cualquier puerta o ventana, seguirás el trillo que adivinarás entre la hierba y los árboles, guiándote por las huellas de nadie.
De pronto habrás llegado. Tratarás de caminar un poco más; pero será inútil. No habrá luz ni sombra, ni delante ni atrás, ni arriba ni abajo. 
Solo negro, todo negro.
No sentirás el suelo bajo los pies. Te agacharás para palparlo; no estará para tus manos.
El silencio será tan puro que no valdrá la pena gritar, el vacío tan denso que dará lo mismo respirar, la oscuridad tan perfecta que ya no la dejarás de mirar. 
Te quedarás quieto. 
Tu espalda no buscará un muro, tus dedos una espina, tus rodillas dónde doblarse.
Ojos de par en par, hasta que te domine la fatiga.
La impotencia, la paz que te llenará cuando sepas que ya no sabes nada. 
Ahí empezarás a cerrarlos.
Aún queda algo...
Hay quienes logran abrirlos de nuevo.
No es fácil y muy pocos pueden.
Muy pocos, eso dicen.
Además, no es abrir los ojos como de costumbre.
No es pestañear un instante, sorprendido. 
Es abrirlos desde adentro, desde tu último refugio, donde aún ardas, reducido a nada.
Dispondrás de un solo instante, indivisible. 
Y no será abrirlos a lo que esté ahí cerca, será abrirlos de golpe, en un estallido certero.
Abrirlos para todo, para cualquier cosa.
Quienes lo logran revientan lo negro hasta un infinito que se revuelve en la atarraya del tiempo como una bestia cautiva. 
Y hay luz de estrellas, polvo, cometas, constelaciones.
Si estás de suerte y te toca, con el pasar de los años en algún rincón de eso que hiciste unos dirán que hubo un Big Bang; otros, que hay un Dios. 
Sea donde sea que estés, con tus ojos abiertos por siempre, sería bueno que te perdonaras, que sonrieras.

Creí extraviado este texto. De algún modo, se vincula a "Buenas Noches", uno de los cuentos de "La Madriguera". Quizá, en una versión cruda, fue publicado en La Nación.

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