Había dos enormes jacarandas en el patio de mi niñez. Había un árbol de peragua, tres de mango, diez de níspero, como cuatro de guayaba o de cas. Con los brazos abiertos yo abarcaba apenas un cuadrante del tronco del primer jacaranda. En la niñez todo es enorme, en la madurez más aún. En la niñez porque uno es pequeño, en la madurez porque ni modo, todo es enorme.

viernes, 25 de mayo de 2012

¿Máquina súper inteligente, o súper intimidante?

Allá por 1985 heredé del Dr. Claudio Gutiérrez la cátedra de Informática y Sociedad. A la valiosísima antología que él había preparado expresamente para el curso (novedosa idea, enteramente suya) fui con el tiempo agregando otros textos, y al cabo mis estudiantes ya pasaban entretenidos con una amplia bibliografía.
Uno de los libros se llamaba "La máquina súper inteligente", publicado en 1983 por el inglés Adrian Berry. Aún puede conseguirse, usado y por... ¡1 centavo de dólar!, en Amazon. Vean que no miento: http://www.amazon.com/The-Super-Intelligent-Machine-Electronic-Odyssey/dp/0224019678
(Entre paréntesis: Berry, 1937, es un noble inglés, vizconde de alguna parte, "fellow" de un montón de sociedades ilustrísimas, y autor famoso)
Pues bien, en  ese libro Berry afirmaba que "el problema de lograr que una máquina pueda jugar ajedrez al nivel de un ser humano es equivalente a resolver el problema de que una máquina sea inteligente como un ser humano".
La delicada premisa de Berry: jugar ajedrez bien requiere toda la inteligencia humana.
El libro lo presté (craso error, que creo haber mencionado en alguna otra parte), y por supuesto no recuerdo a quién. Ahora tendría que gastar un centavo, y pagarle un montón a Aerocasillas, si quiero tenerlo de nuevo en papel.
Señalo ese antecedente porque es perfectamente posible que la memoria me traicione, y que Berry haya afirmado otra cosa muy distinta. Si alguien que lee esto también leyó a Berry, por favor corríjame en caso de extrema necesidad.
Sea como haya sido, el punto es que ya más de una vez los pensadores han pifiado al anticipar cómo y dónde y por qué podría llegar una máquina a ser inteligente en la forma en que nosotros lo somos.
Hace poco uno de los grandes ajedrecistas del mundo, Alexander "Sasha" Grishuk, se enfrentó a un monstruo mecánico, "Kuka", robot industrial hecho en Alemania.
Al principio, cuando el bicho extendía su enorme brazo para coger una pieza, el pobre ser humano no podía reprimir expresiones como ésta:




O bien como esta:

Luego se adaptó a la intimidación que proyectaba el aparato, pero aún así no pudo ganarle ninguna partida. Fueron seis encuentros, con tres tablas y tres victorias para el robot. Una partida completa, con narración en un ruso perfecto y cristalino, puede verse en 
 Con todo y lo llamativo que pueda parecer este suceso, las cuestiones siguen claras: "Kuka" no es inteligente. Es rápido, preciso, asesino de reyes enemigos. "Por detrás" tiene enlace con una computadora poderosa donde hay una inmensa base de variantes de apertura y temas estratégicos de ajedrez, así como un motor de análisis que puede "ver" billones de posiciones por segundo.
Lo maravilloso, realmente maravilloso, es que Grishuk (jugador profesional de póker, aparte del ajedrez, y bohemio, y mujeriego...), con un lento procesador biológico que puede ver unas cuantas posiciones por minuto, logre dar batalla. Maravilloso, e inexplicable, aún inexplicable para la ciencia.




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